Adiós a los malos olores: unas cucharadas de este producto cambiarán para siempre el aroma de tu coche.

¿Qué es peor que un olor desagradable en el coche? Puedes experimentarlo a diario o de vez en cuando al subirte a un vehículo ajeno. Los olores a tabaco rancio, comida, animales o incluso a humedad son especialmente molestos. Incluso pueden causar dolor de cabeza o náuseas en personas más sensibles, que suelen ser propensas a marearse en el coche. Existen muchos pequeños objetos perfumados para combatir estos olores desagradables. Los más conocidos son los arbolitos de Navidad que cuelgan del retrovisor.
Pero estos artículos perfumados solo enmascaran los olores desagradables, sin hacerlos desaparecer. Un producto presente en muchos hogares tiene propiedades que pueden eliminarlos permanentemente. Conocido por sus beneficios para el hogar, especialmente en zonas húmedas como inodoros y baños, el bicarbonato de sodio, elaborado con materiales naturales, también tiene la capacidad de absorber los olores desagradables. Su uso puede revitalizar el interior de tu coche.

El método es sencillo: empieza aspirando a fondo el interior del coche, especialmente las alfombras y tapetes. Luego, con una cuchara, espolvorea una fina capa de bicarbonato de sodio directamente sobre la alfombra, donde están los tapetes. Vuelve a colocar los tapetes encima y deja que el bicarbonato actúe durante varios días. Absorberá los olores sin dejar rastro. Puedes prolongar el efecto vertiendo un poco de bicarbonato de sodio en un recipiente pequeño o un calcetín y colocándolo debajo de un asiento, por ejemplo.
Este sencillo truco es ideal para mantener un ambiente saludable y agradable en tu vehículo. Además de ser un excelente aliado para la limpieza, el bicarbonato de sodio es muy asequible. Lo puedes encontrar en todos los supermercados, en sobres o frascos, por 4 o 5 euros el kilo. No esperes a probarlo, sobre todo ahora, cuando las altas temperaturas suelen intensificar los olores desagradables. Tus viajes serán mucho más agradables.
L'Internaute